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EN LIBERTAD EL 31 DE OCTUBRE 2013

Alberto Patishtán, cuando la resistencia venció a la injusticia

Prensa Latina
Por Martha Andrés Román*  

México (PL) La liberación mediante indulto del profesor indígena Alberto Patishtán tras 13 años de injusto encarcelamiento abrió el debate en México sobre un sistema judicial que pone a inocentes en prisión y después resulta incapaz de corregir sus errores. La cárcel puede ser una de las experiencias más terribles por las que una persona puede pasar, y cuando un hombre estuvo 13 años indebidamente preso, acusado de un crimen que no cometió, se esperaría encontrar en su rostro alguna muestra de resentimiento.

Pero Patishtán no parece albergar ningún rencor contra un sistema que lo mantuvo privado de ver crecer a sus pequeños y de gozar su libertad, más bien se muestra feliz de volver a pisar las calles de su México, y de poder vivir con sus hijos los momentos más simples y los más trascendentales.

Sin embargo, en entrevista con Prensa Latina, el maestro indígena no puede evitar hacer un llamado a la consciencia de un sistema legal que le falló en todas sus instancias, y por causa del cual, según estima, continúan muchos inocentes prisioneros en las cárceles del país.


El profesor indígena había sido acusado en junio de 2000 por el asesinato de siete policías en el municipio El Bosque, en el estado de Chiapas, crimen por el cual fue condenado dos años después pese a las numerosas pruebas que demostraban su inculpabilidad.

Muchos testigos afirmaron haber estado con él en otro pueblo a la hora en que se cometió el crimen, al tiempo que se denunciaron múltiples irregularidades en el proceso judicial en su contra, como haber sido detenido sin una orden de aprehensión.

Previo a su arresto, el maestro tzotzil ya era conocido en la zona por su activismo político, su afiliación a la Sección 7 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y su postura crítica contra el entonces presidente municipal de El Bosque, Manuel Gómez Ruiz.

Había muchos elementos que favorecían mi libertad desde el punto de vista legal, pero en el proceso judicial se estaban manejando las cosas, se descartaban las pruebas de mi inocencia, y vi que legalmente era poco probable que me dejaran ir, recordó sobre la etapa siguiente al apresamiento.

Cinco o seis meses después de llevarme a la cárcel fue que comencé a tener abogados, rememoró, y cuando vi que no había salida jurídica, comencé a organizarme dentro de la prisión con compañeros que también eran inocentes de otros delitos.

El 18 de marzo de 2002 terminó el juicio en su contra con una sentencia a 60 años de cárcel, y a partir de ahí fue trasladado al penal de Cerro Hueco, y posteriormente a El Amate, desde donde continuó con su activismo mientras sus familiares y vecinos organizaron una fuerte campaña a su favor.

Según confesó, el momento de la sentencia fue una tortura psicológica muy fuerte, pues le dijeron la fecha y la hora en la que debería salir de prisión, en 2060, y en ese momento sintió que le podía ganar el dolor por todo ese tiempo, por su familia.

Pero después de ese instante sabía que no podía aceptar tan decisión, busqué la fuerza para seguir luchando y resistiendo, pues estaba seguro de que algún día saldría, y me uní con varios compañeros de la cárcel para hacerles frente a esos atropellos, manifestó.

En medio de esas luchas surgieron movimientos como La voz de la dignidad rebelde o La voz de El Almate, cuyo objetivo era, puntualizó Patishtán, exigir la excarcelación de los inocentes, pero también el mejoramiento del penal, cuestiones de atención médica, de alimentos, acceso a las visitas, entre otras.

De esos días tiene presentes las numerosas huelgas de hambre, sobre todo las del año 2008, cuando realizaron una que duró 40 días.

La protesta en ese momento solo terminó cuando el gobierno de la entidad federativa instaló una mesa de revisión de expedientes, proceso que dio como resultado la liberación de casi 50 personas que permanecían encarceladas indebidamente.

Pero si bien en esas mesas se detectaron violaciones en la causa del profesor tzotzil, las instancias correspondientes decidieron mantenerlo preso, mientras que fuera de la cárcel el movimiento por su liberación se hacía cada vez más grande y traspasaba las fronteras estatal y nacional.

En la lucha por la liberación el preso pone una parte, pero lo otro viene de las familias, los amigos, la solidaridad de los compañeros de otras organizaciones, afirmó Patishtán sobre el apoyo recibido durante los 13 años en que estuvo prisionero.

Señaló que en los primeros momentos fue fuerte el respaldo de los maestros y las organizaciones sociales, pero después se sumó todo el pueblo, hasta que la lucha por la justicia llegó a tener resonancia en la comunidad internacional.

El núcleo alrededor del cual creció todo ese sostén fue el Movimiento del Bosque por la libertad de Alberto Patishtán, que logró unir en un esfuerzo común a colectivos civiles y de derechos humanos, mediante la organización de caravanas, actos y manifestaciones.

A través de ese tipo de actividades buscaban lo que por las vías legales finalmente resultó imposible, porque al decir del propio profesor indígena, miembros del sistema judicial no son flexibles, no analizan las cosas, no ven con el corazón, resultan inconscientes.

Necesitan un culpable, consideró, y cuando lo tienen nos les preocupa saber si realmente es el autor de los hechos o no, sino dictar una sentencia.

En esa línea, el maestro mexicano también condenó la situación de las cárceles del país, donde los presos muchas veces no tienen abogados y los indígenas que no hablan español suelen carecer de intérpretes, al tiempo que los pobres son muchos más propensos a ser condenados.

A la par de la batalla por salir de prisión, debió comenzar otra lucha que todavía enfrenta, la de su salud, pues tuvo que ser operado a consecuencia de un tumor cerebral, que todavía hoy lo tiene sometido a un tratamiento de radiaciones.

Por tres votos contra dos la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolvió el 6 de marzo de este año no tener la facultad para reconocer la inocencia de Patishtán, mientras que el 12 de septiembre pasado un tribunal le negó la posibilidad de apelación, el último recurso posible ante la ley.

Solo cuando una modificación al Código Penal Federal, aprobada por el Congreso de la Unión en octubre último, facultó de manera excepcional al jefe del Ejecutivo para conceder indultos, llegó para el maestro la posibilidad de dejar la prisión.

El mismo día que entró en vigencia esa potestad presidencial, el mandatario mexicano, Enrique Peña Nieto, otorgó el indulto a Patishtán por violaciones graves a sus derechos humanos, en particular durante el proceso penal en su contra.

Pero más allá de la alegría por volver a estar en libertad y con los suyos, el mismo activista que hace 13 años denunciaba en su municipio los atropellos de las autoridades locales, reitera hoy su llamado a la consciencia de quienes ostentan el poder, y sobre todo, la necesidad de mirar con el corazón.

Desde el hospital donde continúa la lucha por su salud, acompañado del hijo que dejó con solo cuatro años de edad y que ya con 17, ha sido un pilar fundamental en el movimiento a su favor, Patishtán remarcó que solo de ese modo, con consciencia y corazón, las cosas cambiarán.

jgs/mar/rcg
http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&idioma=1&id=2106071&Itemid=1

* Corresponsal de Prensa Latina en México

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