7 de septiembre 2013
La Jornada / Gloria Muñoz Ramírez
En estos momentos
espera, tranquilo y de buen ánimo, el reconocimiento de su inocencia.
Permanece desde hace 13 años recluido en distintas cárceles de Chiapas,
más un periodo en un penal de alta seguridad en Sinaloa. Hoy está en el
Centro de Readaptación Social número 5, en San Cristóbal de las Casas,
sin miedo, a cinco días de que emita su resolución final el primer
tribunal colegiado del vigésimo distrito, con sede en Tuxtla Gutiérrez.
Es la última oportunidad para que el profesor y activista tzotzil
Alberto Patishtán recupere su libertad. El indulto o perdón
presidencial, lo ha dicho, no está en sus expectativas. Merece salir
libre porque es inocente. Hace 13 años lo sentenciaron a una condena de
60 con cargos falsos, acusado de un homicidio que no cometió, con un
proceso amañado y discriminatorio, como los que mantiene en prisión a
miles de indígenas en las cárceles de este país. Patishtán no debe nada a
nadie y, por tanto, nadie tiene que perdonarlo. Su liberación es un
asunto jurídico, no político, y nadie, más que su familia y la sociedad
civil que lo ha acompañado, merece el mérito de su libertad.
En este momento es el preso político mexicano con mayor respaldo en el mundo. Noam Chomsky, Pablo González Casanova, Samir Amin, Leonardo Boff y Elena Poniatowska, entre miles de personas en el mundo, exigen su libertad inmediata debido a las graves violaciones procesales y de derechos humanos de las que ha sido víctima. Patishtán, por supuesto, no es el único preso injustamente, pero representa la cadena de violaciones que el Estado mexicano vierte sobre quien lucha por sus derechos, como lo hizo el profesor en El Bosque, su comunidad, y lo hace ahora desde el penal. Se presentaron ya las pruebas que invalidan el proceso mediante el que se le juzgó y sentenció a prisión. Y son ya 13 años los que el profesor ha tenido que soportar bajo las inhumanas condiciones que se viven en cualquiera de las cárceles de Chiapas, donde ha sido víctima de tortura y de violación constante a sus derechos más elementales. En su encierro ha padecido etapas de humillaciones y maltratos, no por nada se defendió y organizó la defensa de sus compañeros tras las rejas, a quienes ayudó a politizarse hasta que, finalmente, consiguieron su libertad. Él mismo fue sacando uno a uno a los que compartieron celda y destino a su lado.
El 19 de junio de 2000 Alberto Patishtán fue aprehendido por
el asesinato de siete policías municipales en El Bosque. Han pasado 13
años, dos meses y 19 días de injusticia probada, y sólo faltan cinco
para que este sistema admita sus fallas.
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