A casi un mes del fallo
que le negó la libertad, se habla de distintos caminos para conseguirla:
el indulto o la amnistía son dos posibilidades que se barajan.
Patishtán no ahonda en el tema. “Me han dicho que andan platicando
diputados y senadores para hacer algo, que no sé ni cómo se llama. Yo lo
que quiero es que me liberen. No pido nada más”.
Desinformemonos / Gloria Muñoz Ramírez, Jaime Quintana y Adazahira Chávez
Octubre 9, 2013
México, DF.
En una sencilla habitación de la Ciudad de México, sonriente y
tranquilo, el profesor se presenta: Mi nombre es Alberto Patishtán, soy
indígena de etnia tzotzil, preso por más de 13 años, voy para 14.
Considerado preso político por organismos de derechos humanos como
Amnistía Internacional, el Tribunal Colegiado con sede en Tuxtla
Gutierrez le negó el reconocimiento de inocencia el pasado 12 de
septiembre. Hoy, afirma en entrevista con Desinformémonos, aunque
desconoce los caminos jurídicos que seguirá caso, “solamente espero que
me liberen, independientemente de las vías que me platican”.
Trasladado al Distrito Federal para
seguir una serie de radiocirugías para combatir el tumor instalado en el
cerebro, el profesor permanecerá seis semanas bajo tratamiento. Lo
acompaña su hijo Héctor, quien lo dejó de ver a los 4 años y ahora
cuenta con 17. Estos días, aunque bajo vigilancia, lo disfruta. Están
juntos.
De característico buen humor, Patishtán
dice que “cada día que paso sin reír es un día perdido”. Para él, “todos
los días son domingo”.
Consiente de la importancia de su lucha
por los derechos de los presos,confiesa que para él “lo más importante
es estar vivo, pues de qué me sirve vivir mucho tiempo si lo paso sin
hacer nada. Siento que he aprovechado muy bien estos años, aunque me
faltan muchos por aprovechar”. Y ríe.
En estos años sus abogados han
presentado todas las pruebas que avalan que no participó en la emboscada
en la que murieron siete policías estatales y dos resultaron heridos;
también han demostrado el cúmulo de irregularidades en su proceso
jurídico. Su caso, dice, concentra la discriminación, el atropello y el
autoritarismo de la justicia en México, en especial cuando de indígenas
se trata.
En el año 2000 Patishtán fue sentenciado
por los delitos de delincuencia organizada, homicidio calificado,
portación de armas de uso exclusivo del Ejército y lesiones calificadas.
De nada sirvieron los testigos a su favor y las irregularidades
demostradas en el proceso.
Trece años después y luego de un intenso
movimiento nacional e internacional por su liberación, el Tribunal
Colegiado, última instancia jurídica que podría regresarle su libertad,
decidió que el profesor de primaria debería cumplir otros 47 años en
prisión. La noticia, cuenta Patishtán, la recibió en el penal número 5
de San Cristóbal de las Casas: “Ese día, 12 de septiembre, el día ya
estaba más o menos ubicado. Sólo faltaba la hora. A mis amigos los vi
muy nerviosos y me preguntaban cómo estaba. Le hablé por teléfono a un
amigo y sólo me dijo, Patishtán, échale ganas, sé fuerte. Con eso lo
entendí todo. No se preocupen, les dije, porque ya sabemos en qué México
vivimos. Yo me posicioné en medio, siempre lo hago para recibir
cualquier cosa, y así no me afecta tanto. Me mantengo con ánimo
tranquilo a pesar de muchas cosas porque mi conciencia está limpia. Soy
inocente. Sólo me falta mi libertad”.
A casi un mes del fallo, se habla de
distintos caminos para conseguir su libertad: el indulto o la amnistía
son dos posibilidades que se barajan. Patishtán no ahonda en el tema.
“Me han dicho que andan platicando diputados y senadores para hacer
algo, que no sé ni cómo se llama. Yo lo que quiero es que me liberen. No
pido nada más”.
Vestido de camisa a rayas azul cielo y
un pantalón de mezclilla oscura, informal y relajado, el preso del que
más se ha hablado en México en los últimos meses, estira los brazos como
si acabara de despertar y saludara el día. “Estoy libre por dentro, eso
no me lo han quitado…Mi conciencia está tranquila”.
“¿Que por qué estoy preso? Yo también a
veces me pregunto y me respondo que es por una verdad que pronuncié, por
defender a mucha gente, porque pensé diferente, porque supe escuchar al
que me rodea, especialmente al indígena. Eso se convirtió en delito y
es lo que estoy pagando”, dice Patishtán sentado en un sillón colocado a
un lado de su cama.
A la pregunta de qué haría su obtuviera
su libertad, responde: “Yo ya tengo mi libertad por dentro. Lo otro, lo
que haré saliendo, ya Dios lo dirá. Él marca los pasos a seguir, y yo
ahorita estoy limitado. Ahorita no puedo hablar de muchas cosas, es poco
que veo en las noticias, porque donde estoy no hay aparato. Está
también el mismo contexto de mi comunidad, que hace 13 años que no la
veo. A mi hijo lo dejé de cuatro años, y ahora está grandote ya. Ahora
no pienso en nada más, me enfoco en mi salud, estoy enfermo de la
cabeza. Me centro en lo más valioso de la vida. Nunca voy a decir que
estoy bien, porque estoy en cárcel sin atención médica, no contamos con
nada y mi salud está mal. En la intervención que me hicieron hace un
año, el tumor no salió por completo y comenzó a crecer. Eso hace que los
médicos recomienden radioterapia, y en eso estoy. Llevo dos sesiones y
son 28″.
El maestro tzotzil permanecerá mes y medio en tratamiento. No es cáncer, aclara “es tumor en el cerebro”.
Adherente a la Sexta Declaración de la
Selva Lacandona, convertido al zapatismo en prisión, Patishtán dice: “en
una cárcel somos inquietos, por lo mismo que pasamos. Siempre buscamos
dónde, cuándo, en qué momento alguien ayuda o se suma. Un apoyo justo a
la causa es bien recibido, qué más puedo decir cuando alguien se suma
por tu causa, por la verdad y la justicia. Si no me pasa a mí, le pasa a
otro. Es así como paso a formar parte de la Sexta, ahí me reivindico.
¿Símbolo de la lucha por la justicia?
“Yo puedo decir que tengo mucho o poco peso como símbolo, pero eso ya
depende de uno. Estoy escaso de información, pero con lo poco que
escucho, animo a la persona.Hay bastantes casos como el mío.No he
pensado si tengo una responsabilidad, pero una verdad no se puede
esconder”, dice en tono sereno.
Alberto Patishtán finaliza: “Quiero que
la gente sepa que no todo lo que escuchan es así. Dicen que los que
estamos presos es por delincuentes, pero muchas veces son los acusadores
los que deben estar ahí. Hay que perseverar siempre en la lucha”.
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