29/08/2013
Para el Profesor Alberto Patishtán Gómez, por todo lo que nos ha enseñado sobre nosotros mismos.
Ciertamente que el pasado 19 de agosto, día internacional de los
pueblos originarios, fue y es una buena oportunidad para hablar del tema
más allá de la demagogia de costumbre, como bien apunta Mardonio
Carballo. Para Mary Cunningham, de la ONU: “La criminalización que hacen
los gobiernos latinoamericanos de las protestas de los pueblos
originarios refleja las concepciones de los colonizadores de hace más de
cinco siglos… se considera a todo lo relacionado con los pueblos
indígenas como algo atrasado y salvaje, y además se ve al indígena como
sospechoso de terrorismo”.
Lo cierto es que hay otras informaciones que nos ayudan a poner el tema en contexto. Por ejemplo, el dato de la encuestadora Parametría, que revela que la abrumadora mayoría de los defeños, (93 por ciento) opina que los indígenas sufren de algún tipo de discriminación social. Por algo será. Luego está Aeroméxico, quien pidió recientemente una disculpa pública después de que trascendió a los medios que solicitaba para un casting comercial, actores con “look Polanco” (cualquier estúpida cosa clasista que eso signifique) y “no morenos”. (20minutos.com.mx, 13 de agosto de 2013). Curiosa manera de dirigir su marketing en un país cuya inmensa mayoría somos, precisamente, morenos en sus diferentes tonalidades. Para no hablar ya de los medios, señaladamente la televisión comercial, donde abundan presentadores, actrices y actores con cierto perfil físico que llama la atención por uniforme y porque nunca ha reflejado la heterogeneidad cultural y racial de México. Pero más allá de éstas y otras anécdotas que nos retratan como una sociedad con un arraigado sentimiento racista digno del mejor diván, quedan los datos duros. En síntesis, podemos decir que los indígenas en México han sido y siguen siendo víctimas de violaciones a sus derechos humanos, padecen los abusos de las fuerzas del orden, la corrupción en la administración de justicia, la ineficiencia de los servicios básicos, como educación, salud y, además, sufren la actitud racista contra ellos. Debido a la inserción en la globalización, el país ha sido invadido por trasnacionales que se han apoderado de extensas áreas indígenas. Gracias a la contrarreforma agraria de 1992 y a la creciente privatización de la propiedad ejidal y comunal, en numerosos territorios se han registrado conflictos de las comunidades indígenas en la defensa de sus territorios y recursos, lo que es una forma de neocolonización. (“Exige Stavenhagen políticas que cumplan las leyes a favor de los pueblos originarios”, La Jornada, 13 de agosto de 2013).
La masacre de Acteal, con toda su carga vergonzante y nunca aclarada y
resuelta del todo, o los graves sucesos como los que ocurren todos los
días en Guerrero y Michoacán, especialmente en comunidades indígenas
donde coincidentemente existen recursos minerales en el subsuelo.
¿Casualidades? Los grupos de autodefensa comunitarios, muchos de ellos
de núcleos de población indígenas, pretenden allegarse una seguridad
humana básica que el estado mexicano en sus diferentes órdenes no les
garantiza ni siquiera de manera mínima. ¿La respuesta? hasta ahora
parece la represión. Indudablemente hay otros conflictos a lo largo y
ancho del país: Los Guarijíos en Sonora, los Nahuas de Jalisco, los
Otomíes en Hidalgo y El Estado de México o los Tzeltales de Chiapas.
Pero esto, por grave que sea, no es nuevo.
Lo nuevo, lo digno de celebrar, es esa determinación férrea de los
indígenas mexicanos por defender su identidad con orgullo, allí están
para muestra Los Caracoles autónomos y “la escuelita” zapatista; que
demuestran un renovado esfuerzo colectivo de los pueblos originarios por
preservar su entorno y los recursos naturales de los que depende su
existencia desde tiempos inmemoriales. Y paradójicamente, son
precisamente ellos, los grupos más marginados de nuestra sociedad, los
que hoy nos ponen la muestra de lo que implica la lucha activa por hacer
efectivas las garantías y derechos fundamentales que a todos, sin
importar color, etnia, credo o preferencia sexual, nos otorgan por igual
la Constitución y los tratados internacionales suscritos por el estado
mexicano.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario