22 de Junio 2013. Proyecto Ambulante, construyendo la contrainformacion.
Hace
tanto tiempo que los rincones ensombrecidos de la cárcel retienen a un
hombre indígena de Chiapas. Sus hijos, sus padres, su pueblo lo extraña.
Añoran esos días en que se le veía caminar por las sendas de polvo
cuando se encaminaba a la escuela a dar clases. Evocan sus saludos, sus
conversaciones, su inconformidad con las malas jugadas que se hacían
detrás de los muros de una casa de gobierno cualquiera.
Y
es que era él quien decidido a llenar de luz los cuartos oscuros,
encabezaba protestas, marchas, oficios. Su palabra era el espejo de sus
compañeros, también descontentos por el cinismo de la corrupción.
Ahora
son trece años desde que ese hombre indígena fue secuestrado por un mal
gobierno para detener su lucha, para arremeter contra su indignación.
Él fue apresado y, sin embargo, las movidas turbias fueron evidenciadas.
Su encarcelamiento precisa de fechas: 19 de junio del año 2000. Quienes
gobernaban su pueblo, El Bosque, comprendieron mal aquel día de qué se
trataba el guión, al intentar aislarlo. Claro, quién puede meter las
manos al fuego por un hombre indígena. Un hombre perteneciente a ese
grupo desplazado de sus territorios hace 500 años; a ese grupo al que,
para desvanecer su sabiduría, se le intentó aniquilar con mucho ahínco; a
ese grupo que no queda más que llenarlo de discriminación, de
exclusión, de pobreza y de injusticias, dado que se aferra en permanecer
vivo y en sus tierras.
Son
trece años desde que se le ha querido apagar el fuego de su corazón y
la luz de sus ojos. Cerca estuvo de asumir la ceguera como parte del
infortunio, tras diez años de que uno de esos hospitales muertos lo haya
mantenido con medicamentos que hacían más lenta la pérdida de
visibilidad.
Empero,
le quedaba su palabra, su voz, la voz que se convirtió en la de todos
los rehenes políticos de este país. Y su voz encontró eco en millones de
solidarios de México y el resto del mundo. Un matiz de lo que se vivió
este 19 de junio, trece años después de que lo quisieron desaparecer de
la memoria colectiva, fue el acompañamiento del pueblo creyente a las
afueras de la cárcel cinco, erguida en San Cristóbal de las Casas. Se
exigía (y la exigencia continúa vigente) la liberación de este hombre
que sólo pide limosna desde aquel rincón de Chiapas, una limosna que,
comprendida desde la visión indígena ancestral, apela a la justicia.
Este
hombre indígena logró reunir además a compañeros nicaragüenses,
brasileños, italianos, españoles, argentinos, alemanes, salvadoreños,
franceses, chilenos; es decir, no pocas personas radicadas actualmente
en el ‘ombligo de la luna’. Todas ellas, en un solo aliento, lanzaron el
“¡Amigo, aguanta, el pueblo se levanta!”, clamor que retumbó en
cualquier rincón que pudiera haber en el cosmos.
La
palabra de este hombre indígena ahora se escucha como un pilar de la
sabiduría y por el momento espera, activo como siempre y entrelazando
muchos corazones más, que se abran las puertas.
El
tiempo puede ser comprendido bajo distintas interpretaciones. Pero,
¿qué significa trece años de encierro injusto? Y así, incluso la muerte,
con el tiempo, trae resignación. El encierro, un calvario.
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