27 junio, 2013
“El Estado nos debe mucho. A mí me debe que he crecido sin un padre,
que gracias a que encarcelaron a mi papá mi hermana y yo nos encontramos
huérfanos de padre y madre. Nos deben muchas cosas, y desgraciadamente
no nos las podrán pagar todas, pero sí reclamamos lo que es la
justicia”, así cimbra la voz de Héctor a 13 años de que el indígena
tzotzil Alberto Patishtán fuera recluido y sentenciado a 60 años de
prisión.
Acusado de participar en una emboscada en la que murieron siete
policías, el profesor fue ingresado al penal de Cerro Hueco, en Chiapas,
cuando su hijo Héctor Patishtán tenía sólo 4 años. “Desde que tengo
memoria veía a mi papá en la cárcel y hasta la fecha, a mis 16 años, lo
sigo viendo en la cárcel. No he pensado después de la libertad qué
pasará, creo que es tiempo de empezar a pensarlo. Me daría mucha
alegría, pero a la vez… ¡no sé!”, compartió en entrevista con La Jornada Michoacán.
La infancia de Héctor transcurrió entre los pasillos y celdas de
distintos penales en Chiapas. Los días de visita lo llevaron hasta
Sinaloa donde su padre fue desterrado porque resultaba incómodo para el
secretario general del gobierno chiapaneco, Noé Castañón León. Alberto
Patishtán organizó a los presos en cualquier cárcel que pisara para que
instalaran plantones y realizaran huelgas de hambre en demanda de su
libertad.
Los recuerdos de niñez del joven Patishtán están arraigados en las
marchas y gritos del pueblo de El Bosque que exigía libertad a los
presos políticos, aunque ahora reconoce que “no sabía lo que estaba
pasando, por lo que estaban luchando. Yo desde chavito tengo mi vida,
consideraba que tenía mi vida, pero hace como tres años me hice parte
de la campaña” para exigir justicia en el caso de su padre.
“Desde los 13 años, más o menos, sabía lo que significaba mi papá en
las luchas sociales y hoy en día tengo más claro lo que significa
Alberto Patishtán: es una representación muy clara de la injusticia que
está viviendo el país”, afirma Héctor que con dejo desconsolado lamenta
la indiferencia de los jóvenes de su edad ante los problemas en el país.
La lucha de los indígenas tzotziles de El Bosque por lograr la
libertad del profesor Alberto Patishtán se ha vuelto emblemática de
todos los pueblos indígenas a los que también les han arrebatado su
cuota de presos políticos, aunque también hay quienes permanecen
encarcelados por el simple hecho de que no tuvieron para pagar un
abogado o por no hablar español.
La indignación se ha expandido y Patishtán se ha vuelto un emblema de
la lucha social ante la opresión del Estado. “Gracias a Dios mucha
gente viene al lado, adelante y atrás de nosotros; no sólo somos mi
hermana Gaby y yo, o el pueblo de El Bosque, sino que hay mucha gente en
Italia, Francia, el País Vasco, España, Brasil y muchos otros países
que nos apoyan. Hay mucha gente que ve por nosotros y nosotros vemos por
ellos”, dijo Héctor.
“Sé lo que significa ser el hijo de Patishtán y es un peso muy grande
para un joven como yo”, se sinceró Héctor que ha encontrado
complicidades en otros descendientes de presos políticos a los que “nos
ha tocado bailar con la más fea”, como la hija de Álvaro Sebastián que
es su confidente y compañera de lucha.
Fraguado en la resistencia social, Héctor Patishtán sabe que en la
demanda de justicia social no hay un solo camino, por eso precisa: “el
activismo ya no lo hago como hijo de Alberto, sino como un joven, como
un ciudadano de México que ve las injusticias del país. Yo no sólo estoy
por la campaña de mi papá, me he solidarizado con varias causas como la
del compañero Teodulfo que está desaparecido y como la de Kuy Kendall
que sufrió la represión del 1 de diciembre”.
En fechas próximas el expediente de Alberto Pathistán será reabierto
en el Primer Tribunal Colegiado del Vigésimo Circuito en Tuxtla
Gutiérrez, Chiapas, por lo que sus familiares y amigos iniciaron el
pasado 10 de junio una campaña para difundir el caso y sumar apoyo de
diversos colectivos; sin embargo, líderes sociales como Martín Ramírez
Gómez han recibido llamadas telefónicas en las que amenazan que “si no
dejan de hacer lo que están haciendo, tarde o temprano lo van a
lamentar”.
Héctor Patishtán sabe los riesgos que corre al luchar por la libertad
de su padre, pero asegura que “es tanta la denigración de la justicia
en el país que el peligro ya no es para los activistas o luchadores
sociales, pueden agarrar a cualquier ciudadano que ande paseándose en
las ciudades o en los pueblos”. Sin embargo, defender la causa es
también una cuestión de dignidad y de congruencia con los orígenes, por
ello subraya que “el lema que siempre cargamos los tzotziles es que
preferimos morir a seguir viviendo sin decir la verdad y no seguir el
camino de la justicia”.
Son muchos, y cada vez más, los convencidos de que Alberto Patishtán
fue encarcelado por una revancha política, toda vez que estuvo a punto
de lograr, junto con el pueblo de El Bosque, que separaran del cargo al
alcalde Manuel Gómez Ruiz sobre el que pesaban acusaciones de nepotismo,
acoso sexual y malversación de recursos públicos. Fue precisamente el
hijo del edil, Rosemberg Gómez Pérez, quien declaró que el profesor
estaba en el lugar de la emboscada y a su declaración se le dio el peso
de una sentencia de 60 años de prisión.
En Héctor Patishtán sorprende la madurez que ha alcanzado a sus
escasos 16 años, pues no sólo ve con lucidez la vida que le tocó en
suerte y el curso de los hechos en su entorno social, sino que ha
logrado superar lo sentimientos de odio y rencor hacia quienes lo
separaron de su padre.
Héctor conversó con La Jornada Michoacán durante su visita al estado para presentar en Morelia y Cherán el documental Alberto Patishtán. Vivir o morir por la verdad y la justicia que
forma parte de una campaña nacional de apoyo al profesor, de la cual se
derivó el Acto de las 60 Voces –en alusión a los 60 años de sentencia–
que reunió frente al Consejo de la Judicatura Federal a diversos
colectivos y organizaciones sociales.
Hoy saldrá de la ciudad de México una caravana con rumbo a Chiapas,
donde se realizará un día después una movilización masiva frente al
Primer Tribunal Colegiado del Vigésimo Circuito en Tuxtla Gutiérrez,
instancia que tiene en sus manos la libertad de Alberto Patishtán.
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