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EN LIBERTAD EL 31 DE OCTUBRE 2013

La prisión de Patishtán desnuda al sistema

Desinformemonos / Jaime Quintana Guerrero

México. La permanencia de Alberto Patishtán en prisión es una incongruencia, acusa Juan López, abogado del simpatizante zapatista Salvador López, acusado del asesinato de policías en El Bosque en 2000 al igual que el profesor tzotzil pero que fue liberado. Las evidencias de inocencia perfectamente alcanzaban para liberar a Patishtán pero “alguien tenía que pagar” por la masacre y el más desprotegido fue él, considera el defensor.

 “Es evidente la inocencia de Alberto Patishtán, ante ojos jurídicos y  no jurídicos”, señala el abogado Juan López. Salvador López fue imputado por la misma persona y por los mismos delitos que Patishtán, originario de la comunidad El Bosque. “La paradoja es que el Tribunal Colegiado de Circuito dio una lección de vergüenza nacional” y liberó a su defendido, pero no a Alberto, considera.

El 19 de junio de 2000, Salvador López –tzotzil y simpatizante zapatista- y Alberto Patishtán fueron aprehendidos por el asesinato de siete policías municipales de El Bosque en una emboscada. A López González lo liberaron por inconsistencias en el testimonio del acusador, pero Alberto Patishtán quedó preso.
“El testigo sobreviviente mintió al señalar a dos personas como responsables del asesinato de siete agentes de la policía”, acusa el abogado Juan López. “Presentamos a 46 personas como testigos y demostramos que la detención de ambos fue arbitraria; que era imposible la asociación de dos fuerzas  irreconciliables, – Salvador López, simpatizante del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), y Alberto Patishtán, en ese tiempo simpatizante priista-, además de la imposibilidad de estar en dos sitios al mismo tiempo. Las evidencias fueron abrumadoras y a favor de la libertad para Salvador y para Alberto”.

En el 2000, grupos paramilitares, el ejército y las policías estatal y municipal asediaban a las bases del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)  e incluso a quienes no simpatizaban con los zapatistas. Alberto Patishtán Gómez era enemigo del presidente municipal de El Bosque, Manuel Gómez. Irónica y casualmente, el testigo y sobreviviente de la emboscada es Rosemberg Gómez, hijo del presidente municipal. El joven de 16 años fue el chofer del vehículo atacado.

El Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas demostró que las pruebas fueron ficticias. “En sus primeras declaraciones, Rosemberg Gómez no reconoció a nadie”, aclara Juan López. “Éste fue un argumento que nosotros expusimos a favor de Salvador, y las evidencias de inocencia perfectamente alcanzaban para liberar a Alberto”.

Para el abogado del simpatizante zapatista, el juez debió reconocer las pruebas para ambos, pero “el momento político en Chiapas era complicado y alguien debía pagar por la muerte de los siete policías. El hilo más débil en la defensa le tocó al profesor Alberto Patishtán -en práctica indefensión por la torpe defensa que tuvo”.

Juan López precisa que el control de la zona era de los militares y la policía estatal, mientras la policía municipal dominaba El Bosque: “Es impensable que un grupo armado, en medio de este polvorín militar, policiaco y paramilitar, pudiera levantar una emboscada a un piquete de policías. Este evento estuvo inserto en la lógica de control del territorio”.

Cárcel y organización
Las cárceles en Chiapas reciben a centenares de presos por motivos agrarios o de demandas sociales. Hay infinidad de indígenas encarcelados que no saben por qué motivos purgan condena. Sin embargo, desde 1994, la organización de los encarcelados se volvió una característica en los penales del estado de Chiapas.
“En el penal de Cerro Hueco, Alberto Patisthán organizó –junto con maestros de la sección siete del sindicato-, el colectivo Voz de la Dignidad Rebelde”, relata Cecilia Santiago, integrante del Colectivo Ik’ –una de las organizaciones que acompañan la lucha de los injustamente presos y los presos políticos en las cárceles chiapanecas. Después de su traslado a Cintalapa, los encarcelados fundaron La Voz del Amate, que logró una mayor articulación con la sociedad civil a propósito del paso de la caravana que impulsó el Subcomandante Insurgente Marcos, en el marco de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona del EZLN. “Surgió un movimiento organizado al interior que emprendió un plantón dentro del penal y se vinculó con el exterior: familiares, presos y personas solidarias”, explica Santiago.

Antonio Díaz Ruiz, junto con otras 11 personas, formó parte del colectivo La Voz de El Amate, adherente a La Sexta. En entrevista telefónica con Desinformémonos, recuerda de su relación con Patishtán que “desde antes de la cárcel ya nos conocíamos, y en Cerro Hueco nos encontramos”. Díaz Ruiz participó también en La Voz de Cerro Hueco, en el penal de Tuxtla Gutiérrez, colectivo que realizó una huelga de hambre. “Después hice contacto con Alberto Patishtán y definimos bien la demanda de libertad de los presos políticos. Nosotros somos creyentes, y con la palabra de dios y la organización clandestina dentro del penal, nos hicimos fuertes y salimos a la luz pública a través de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona”.

Cecilia Santiago expone que los penales chiapanecos han recibido a indígenas guatemaltecos -acusados de guerrilleros- aprehendidos en la frontera, además de indígenas zapatistas que cayeron en 1994, maestros y campesinos, “y en cada época son las comunidades y familiares quienes retoman la defensa”.

La población penitenciaria en Chiapas se caracteriza por contar con procesos penales sumamente irregulares, expone Juan López. “En México existen severas anomalías, si se compara con los estándares internacionales de derechos humanos”, señala López, “y en Chiapas se nota más el abuso porque la población es indígena y en las cárceles es triplemente penalizada: por ser pobre, por ser indígena y por ser rebelde. Además, la Procuraduría de Justicia actúa como un órgano de represión del Estado”.

Zacario Hernández Hernández, catequista tzotzil y miembro del Pueblo Creyente, relata: “estuve preso en Cerro Hueco en 2003. El 29 de febrero nos trasladaron al penal del Amate, y ahí conocí al Alberto Patishtán. Yo estaba con Antonio Díaz, de Simojovel”. La lucha por la libertad de Hernández fue apoyada por el Pueblo Creyente, que en 2004 realizó peregrinaciones para exigir la libertad de los presos políticos. El catequista fue condenado a 28 años y tres días de prisión. “No tenía posibilidad de salir; realizamos una huelga de hambre” a la que se sumaron presos de los penales de Playas de Catazajá, de San Cristóbal de las Casas y de Tabasco, rememora. “Alberto Patishán y Antonio Díaz organizaron el movimiento. Pasó la caravana del Delegado Zero (Subcomandante insurgente Marcos) en el 2006, y se declararon adherentes a la Sexta”.

En 2008 surgió una coordinación de los presos de diferentes penales: El Amate, Los Llanos y el de Playas de Catazajá. “Gracias a la valentía de los compañeros como Patishtán y los solidarios que entienden de la injusticia en el estado de Chiapas”, remarca Antonio Díaz, “aprendimos que no nos queda otro camino que seguir luchando”.
Publicado el 1 de julio de 2013

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